miércoles, 24 de agosto de 2011

XXIII




Era mirarla y ya se le inundaba la mente. Temía acercarse demasiado, escuchar su respiración cerca, acariciarla con el aliento, susurrar…

Que deseaba adentrarse en ese espacio vacío y llenarlo de palabras versales, hacer palpitar objetos inertes, abrir la palma de su mano y regalarle la conciencia, desnudar su cuerpo, acariciar su seda, arrullar su belleza, tentar sus labios, tenerla cerca, muy cerca…

Dejarla caer y caer con ella, aspirar su esencia y robar oxígeno al aire, vivir entre los suspiros y sus ojos, atrapar su boca, inmovilizarla entre caricias, apoderarse del tiempo y derretir el invierno entre miles de secretos que nunca llegarían a serlo.


Góndola.

XVIII - Rutas de agua


Se desdibujó en el horizonte, frágil al tacto, sensible a tus dedos…

El mar está en calma, ¿sabes? Y ya huele a noche pero el sol aún no se ha ido.

Me gusta estar aquí y percibirte en el aire, no sabía que las personas podían coger forma de cielo.

Abre la palma de tu mano fuertemente y los hierros se convertirán en seda, y se deslizarán por tu cuerpo y te dejarán huir…

Yo estaré en tu misma posición, a un lado paralelo, observándote todo el tiempo.

Veré que te levantas a mi son, que todo acto que realicemos es el mismo, como un espejo.

Ahora que ya oscureció debemos estar preparados para dar el primer paso, notar la humedad de la arena mojada entrar por las ranuras de los dedos de nuestros pies… ¿lo sientes?, el contraste es fuerte pero no tiene comparación con lo que nos queda por recorrer…

Ahora es cuando podemos correr sobre el agua, que ahoga la distancia y hunde los problemas hacia sus más profundos adentros.

Veo tu sonrisa sincera coincidir con la mía entre infinidad de pasos a toda premura y un aliento asfixiado en furor.

Ya no hay luz, no hay cielo, no hay mar, no hay línea…

No hay espuma, ni agua, ni camino. Solo hay un punto en mitad de la nada. Nuestro punto, fuera del espacio de la “realidad”.

¿Qué me dices ahora? No contestes, yo tampoco sabría hacerlo.


Góndola.

viernes, 19 de agosto de 2011

IV - Diciembre


Cruzó la línea del horizonte con la yema de sus dedos, en el aire,

Desdibujando sus contornos perfectos, como seda…

Enmarcó el silencio con un choque de labios húmedos, deseosos…

La tierra propia sentía la envidia más fuerte.


Olía a noche de invierno cuando comenzó todo.

El frío del mármol beige, la luna creciente, el infinito a dos pasos…

Miradas, falta de habla, soledad para dos.

No existieron las dudas, ni el miedo.


Roma comenzó a resurgir por sí sola.

Se desnudaron y comenzaron a caminar descalzos.

Allí la escarcha de las olas de plata sigue el contorno de la yema de sus dedos

Por la tierra envidiosa, imitando las caricias del aire perfilando sus rostros.

Góndola.

sábado, 13 de agosto de 2011

XXV


Sombras que como ratas recorrían los andenes paralelos a tu paso

Enmarcaban cada uno de tus movimientos.

La respiración crujía en tus pulmones haciendo un ruido continuo ante aquel inmenso silencio.

El temblor de tus pupilas, dilatadas, que se movían al unísono,

Nerviosas, en estado de alerta, reservando un posible y último suspiro,

Te asfixiaban en tus propios pensamientos.

Las largas calles se flexionaban hacia tus adentros y te hacían preso de tu propia existencia.

No corras, pequeño ignorante sabedor de tantas injusticias…

Gírate y observa cómo el abismo te persigue

Y te agarra los brazos, y te roba el alma.

Siéntete impotente, la luna ha preferido huir esta noche.

Torrentes de agua incineraban las pocas figuras corpóreas

Las cuales te acompañaron durante corto tiempo en la, ahora, soledad infinita.

“Ahora”, derrúmbate, cae de rodillas.

Los charcos de sangre que tú mismo dejaste coagular se apoderarán de ti.

Aquel mundo simple no te hizo sabedor de lo que buscaban tus entrañas.

Eres culpable, pues, de la extinción mental del prado dorado en el que todos vivían.

Capaz de descontrolar lo incontrolable,

Tu existencia se prendió de la muerte de todos los cadáveres blancos

Que, hasta entonces, te esperaron con paciencia.

Tú llegaste aquí.

Las puertas del infierno de la perfección se abrieron ante tus ojos

Y no llegas a alcanzar aún con tu vista el dintel superior y finito de ellas.

Individuo insignificante, obstruido en la realidad en la que tú mismo quisiste verte emergido.

Las raíces de tu conciencia seguirán creciendo por sí solas,

Sin que seas capaz ya de tomar decisión ninguna.

Como preso de tu libertad,

Sentirás como las áridas espinas de esas raíces se injertan en todo tú

Y te rompen en ínfimos pedazos.

Totalmente reversible, tu cuerpo actuará contra ti.

Tus gritos escaparán con sigilo.

Te embocarás a ti mismo y en mitad de la oscuridad absoluta escucharás el agudo silencio.

Escarabajos blancos irán en busca de tu cuerpo frágil

Y acabarás desnudo, vidrioso, débil, inerte, etéreo.

Queriendo ser todo llegaste a no ser nada.

Aquellas inmensas puertas de plata se cerraron y tu cuerpo quedó a la mitad de ellas.

Acurrúcate, olvida, retorna,

Cierra los ojos y vuelve al mundo en el que todos sueñan.

Góndola.

domingo, 7 de agosto de 2011

XXIV


Cierra los ojos, amor, hoy entraste en la boca del demonio de plata, pero yo no soy el demonio, por mucho que grite que soy yo misma. No hagas caso a sus gemidos porque reclamará tu presencia y yo estaré allí esperándote.

No quiero que vengas, no quiero que sigas el camino ni que veas esos cuerpos enlazándose entre ellos, apretados, desnudos.
Eres discípula de tus propios pecados, pero húyelos. Inhibe el oxígeno que quede entre este paraíso libertino, la flama se apoderará de ti antes de que puedas ser capaz de deslizarte por la cola del lobo que tú misma fuiste a buscar.

¿Ahora qué te queda? No hagas caso a mis palabras, a sus gemidos. Ojos de fuego y piel blanca. La seda se desliza por tu contorno, se difumina, deja que te arrope con mis telas, estás frágil, y dame la mano, que el camino se dificulta.

Sé que ya no deslumbras la ciudad, ¿pero acaso importa? Esta es tu realidad, ten tan solo un recuerdo fatídico de lo que llegó a ser el mundo anterior: las miradas, los engaños, las heridas, los malos tópicos engendrados de una sociedad inmunda, sin sentido alguno. Eras una cría humana en mitad de un campo de exterminio donde robots se sacrificaban diariamente ante lo que les llevaba la vida infame. Desgraciados, mentes tupidas por más de lo mismo, más de lo mismo…

Si el demonio me engulle y grita al cielo que soy yo misma, haz caso a sus gemidos porque reclamará tu presencia. Sigue el brillo de las escamas doradas, ignora a la multitud, son escoria.
¡Escoria!
Asciende tu sola, el camino es llano. Observa cómo se entreveran las piernas, como se enlazan y se buscan entre ellas el placer de ser queridas.
Acúsame si te atreves. Sé capaz de decir que no quise mostrártelo antes.
¿No sientes la rabia surgir ante tanta impotencia?

Sé dueña de tus actos, Déjate llevar, deslízate en la bruma espesa que te aprieta los sentidos y te vuelve muda… Mientras te llevaré a la hoguera donde los muertos saben vivir…
Que no te esclavice más a la claridad de un mundo lleno de mentiras.
Aquí puedes ver en la oscuridad, como los gatos a los que llegaste a envidiar cierta vez. Aquí puedes palpar… ¡Pálpame! Déjate llevar como el resto, involúcrate en el festín de placeres imposibles que siempre quisiste llegar a sentir. El vaho del cristal de cielo se vuelve impoluto con tu respiración agitada. Cierra los ojos de nuevo, amor, esto es lo que deseabas desde tu origen. Eres tú, otra, un demonio condenado a estar enamorado de lo prohibido.



Góndola.

sábado, 6 de agosto de 2011

III


-¡Corre! Antes de que el lobo aúlle una última vez…

“Que las lágrimas arañen su garganta y el eclipse desaparezca ante sus propios ojos. Me dijo que una noche paseó por el cielo y se vio allí, con la languidez de las palomas negras a su alrededor, dando sus últimos vuelos, circulares…”

-Circulares sus ojos, circular el eclipse… De nuevo volvemos a lo mismo. Tú tienes que darme tu mano y yo te tengo que arrastrar al infierno. Pobre chica, pobre mentira…

“Que sienta que la impotencia le corroe el cuerpo. Que no esclavice más a la oscuridad. Que vaya sola, que no tenga el apoyo de las gavias…”

-Te quedas sin oxígeno. Déjate llevar, deslízate en la bruma espesa que te aprieta los sentidos y te vuelve muda… Mientras te llevaré a la hoguera donde los muertos saben vivir… Verás que el sufrimiento no es más que mera acumulación de circunstancias.

“El tiempo se ahoga, el tiempo desfallece, el tiempo…”

-A las 12 sonó el último aullido… ella aún sigue allí…

No quiero que lo sientas igual, ¡abre los ojos, puedes ver todavía!

“Cobarde, infame, desgraciada…”


Góndola.



viernes, 5 de agosto de 2011

VII - Al anónimo


Aúllas poemas a una luna creciente,

Arrastras tus pasos hacia aquella realidad infortunada,

Sonríes a la amargura.


Cierras los ojos y te ocultas entre la hiedra impalpable,

Hueles la noche y saboreas el rocío nocturno entre el vacío.

Humedeces tus labios con letras perfectas,

Las acaricias con tu piel mientras se deslizan por ella

Y las absorbes, transformándolo todo a tu propia verdad,

Navegando entre las calles inhabitadas

Y sembrando rosas en mitad de océanos de agua salada.


Cierras los ojos, desapareces,

Tu alma huye y se evade entre lo recóndito.


Aquél es el lugar en el cual siempre me gustaría encontrarte.

Donde haces que el tiempo se vuelva insignificante

Y se rompa en pedazos dulces.

Encontrarte tumbado, dormido

Sobre la tierra del bosque de los perdidos

Que saben donde se encuentran.


Góndola.

jueves, 4 de agosto de 2011

II


Engañaste al payaso de las sonrisas fingidas, fuiste capaz de avanzar por el sendero ajedrezado y apartar los ramajes rotos, las espigas…

“Más allá encontrarás la luz”. Sé temeraria y sigue caminando, sé capaz de deslumbrarte con ella y siéntela por dentro.

Eres fuerte, cariño, sé que ambos podremos conseguirlo, pero primero avanza tú, quiero seguir el olor de tus pasos. Quiero verme seguro y no volver a caer en el umbral de las pesadillas sin sentido.


Ahora sólo te pido que hagas por mí un favor: Haz que el tiempo se convierta en un monzón descontrolado, donde los días sean miles de gotas de lluvia. No me brindes la virtud de poder recontarlas todas…

Después de esto crearás la mañana más despejada. Nadie sabrá el verdadero significado de las nubes, absolutamente nada se interpondrá en el paso del dios Apolo y una manta de calor secará la tierra húmeda y absorberá la tormenta; será así cuando ya todo lo fútil pase a ser pasto del olvido.

El óxido que quede en los engranajes del mecanismo de la perfección habrá sido eliminado para que así estos prosigan su función y reinará la pureza de lo que realmente queremos…

Amor, no podremos sentirnos más orgullosos por conocer algo que nadie ha conocido hasta ahora.


Góndola.

XX


Aún guarda el pasaje de aquella montaña rusa en la que subió sin pensárselo dos veces. No quiere que pare, no quiere que termine el trayecto y aún así, aunque hay veces que el mecanismo se oxida y el carro se desvía del carril, ella sigue subiendo y subiendo…

Ahora se ve sometida a un juego de misiones un tanto difícil. La cuesta es alta y lo lleva de la mano. Va descalza tal y como estaba cuando se atrevió a trepar por la rama de aquel enorme árbol. En este momento lo único que desea es llegar a lo alto y volver a verlo todo desde arriba, donde se pueda observar el declive y ver a la gente diminuta; que la altura engañe a sus sentidos y le haga sentir que no existen las distancias. Donde no haya más que cielo y perfección, que pueda seguir contagiándose de su sonrisa y poder inhalar sus suspiros, de cerca... Oler su ropa y saber que está allí junto a él, en lo más alto, guardando para sí el secreto del amor perfecto.

Corre, salta y se cuelga de las vías como si todo fuese un juego de niños. Sabe que puede transformar cualquier cosa, con su compañía, claro está. Tiene el poder de manipularlo todo y convertir el sentimiento más triste en la cosa más fácil. Saber sobrellevar… ante todo.

Apreció la curvatura de sus labios una vez más, la perfiló como si fuese un dibujo, como si fuese capaz de paralizar el momento y poder percibirlo siempre que le apeteciese, “siempre”.

Quizás sepa también que junto a esto exista una realidad, en la que vive ella, él y las posibles circunstancias, pero eso es lo que menos importa ahora.


Góndola.

miércoles, 3 de agosto de 2011

XVIII


En cuanto vio que el cielo se nubló por completo, que se hizo de noche y no había estrellas, que la única vela que llevaba con ella se había apagado y era incapaz de volver a encenderla...
Cuando la ventana se cerró y se quedó encasquillada con la rama del inmenso árbol del prado con el que siempre soñaba...

Ahí fue cuando hizo lo que menos debía haber hecho, no supo esperar, no supo frenar por un momento y acordarse de la frase que siempre había tenido como punto de apoyo: "tiempo al tiempo"

Ahora mismo sigue tumbada allí, mirando el cielo turbo, esperando a que amanezca, a que no haga falta vela para poder verlo todo como siempre quiso, aprendiendo a tener paciencia y aguantar hasta que el tiempo mate al tiempo.

Es lo único que espera...


Góndola.