Cierra los ojos, amor, hoy entraste en la boca del demonio de plata, pero yo no soy el demonio, por mucho que grite que soy yo misma. No hagas caso a sus gemidos porque reclamará tu presencia y yo estaré allí esperándote.
No quiero que vengas, no quiero que sigas el camino ni que veas esos cuerpos enlazándose entre ellos, apretados, desnudos.
Eres discípula de tus propios pecados, pero húyelos. Inhibe el oxígeno que quede entre este paraíso libertino, la flama se apoderará de ti antes de que puedas ser capaz de deslizarte por la cola del lobo que tú misma fuiste a buscar.
¿Ahora qué te queda? No hagas caso a mis palabras, a sus gemidos. Ojos de fuego y piel blanca. La seda se desliza por tu contorno, se difumina, deja que te arrope con mis telas, estás frágil, y dame la mano, que el camino se dificulta.
Sé que ya no deslumbras la ciudad, ¿pero acaso importa? Esta es tu realidad, ten tan solo un recuerdo fatídico de lo que llegó a ser el mundo anterior: las miradas, los engaños, las heridas, los malos tópicos engendrados de una sociedad inmunda, sin sentido alguno. Eras una cría humana en mitad de un campo de exterminio donde robots se sacrificaban diariamente ante lo que les llevaba la vida infame. Desgraciados, mentes tupidas por más de lo mismo, más de lo mismo…
Si el demonio me engulle y grita al cielo que soy yo misma, haz caso a sus gemidos porque reclamará tu presencia. Sigue el brillo de las escamas doradas, ignora a la multitud, son escoria.
¡Escoria!
Asciende tu sola, el camino es llano. Observa cómo se entreveran las piernas, como se enlazan y se buscan entre ellas el placer de ser queridas.
Acúsame si te atreves. Sé capaz de decir que no quise mostrártelo antes.
¿No sientes la rabia surgir ante tanta impotencia?
Sé dueña de tus actos, Déjate llevar, deslízate en la bruma espesa que te aprieta los sentidos y te vuelve muda… Mientras te llevaré a la hoguera donde los muertos saben vivir…
Que no te esclavice más a la claridad de un mundo lleno de mentiras.
Aquí puedes ver en la oscuridad, como los gatos a los que llegaste a envidiar cierta vez. Aquí puedes palpar… ¡Pálpame! Déjate llevar como el resto, involúcrate en el festín de placeres imposibles que siempre quisiste llegar a sentir. El vaho del cristal de cielo se vuelve impoluto con tu respiración agitada. Cierra los ojos de nuevo, amor, esto es lo que deseabas desde tu origen. Eres tú, otra, un demonio condenado a estar enamorado de lo prohibido.
Góndola.