lunes, 19 de septiembre de 2011

XXI


Fue desesperación. No se conocía a él mismo.

Había hecho mover tierras para nada. Los mares se volvieron a secar y los horizontes no se veían de la misma forma.

Sus besos, ¿qué besos fueron los que salieron de esa boca? No los quería, no eran igual de dulces.

El no se podía sentir más egoísta. Arañó mil paredes por frustración. Los perdedores siempre pierden el filo de sus uñas, la cordura de sus palabras o de sus acciones.

Ahora podría decir que se había perdido, o mejor dicho, que el mismo quiso sentirse así.

El placentero deseo de esconderse entre los infinitos troncos que ocultan el cielo. Desaparecer entre el polvo y no respirar…

No sentir absolutamente nada por nadie.

Por mucho que excavase, y por húmeda que estuviese la tierra, la ignorancia lo dejó de lado, no podía esconder algo tan evidente.

No quiere volver a caer pero esta vez el enemigo ganó la batalla…

¿Se le puede llamar amor?


Góndola.

jueves, 15 de septiembre de 2011

XV


Escuchó una vez al mar decirle que las mareas no son siempre igual de fuertes… Quizás tal vez por eso quiso cambiar el rumbo, arriesgarse a perder todo lo que tenía, pisar tierras nuevas y navegar por océanos distintos.

Largo tiempo atrás negó a su razón, hoy no puede volver a equivocarse, aún así, no todo va viento en popa. Siempre queda la duda, devorando todo lo que ve por su paso…


viernes, 2 de septiembre de 2011

V


Uno de Septiembre, cinco hojas escritas, miles de símbolos, estrellas, mares, lluvia, bosques repletos de robles grandiosos, de caricias inexistentes y miradas perdidas…

Allí estaba ella, en mitad de la nada, sintiendo la impotencia correr por sus venas, soportando la asfixia del desorden y la tierra seca, agrietada bajo sus pies.

Echa de menos la tersura, la humedad del agua, aquella canción que le anegaba la mente de momentos preciosos, correr descalza y no verse obligada a soportar los miles de clavos que la agarran y la atrapan en el principio de un todo…

Un todo que no lo tendría al completo.

No tiene opción alguna que quedarse allí, contraída entre sus brazos, con la cabeza gacha, con el miedo a recoger lo que pudo haber encontrado y devorándose consigo misma la frustración del “nada más”.

Se queda lejos de la realidad, con un océano árido por cielo, con un amor estéril, desconocido…

La inconsciencia le servirá como único apoyo.


Góndola.