lunes, 5 de diciembre de 2011


Un ramo de rosas cae en el felpudo.

Las rosas son perfectas, contadas una a una hasta llegar al número exacto del día en el que se conocieron.

Sus labios, su mirada, su tacto… Cuánto desearía volver a aquellos tiempos.

Despertar a las 6 de la mañana, coger un bus a las 7, tener que volver al día siguiente y no querer.

Estar pegada a sus sábanas hasta el mediodía, no mirar el tiempo, no dejar de abrazarla y arrullarse en sus besos…

Aquella melodía infinita inundaba los recovecos de perfección.

La delicadeza de aquellos momentos rojos, vivos, deseosos… Aquellas llamadas de duración ilimitada, la luna llena, su rostro reflejado en ella fuese cual fuese el lugar donde estuviera.

El frío de Granada en Septiembre, las ansias de besos prohibidos, las locuras incontables…

¿Locuras? ¿Por qué han de dejar de surgir las locuras? ¿Por qué ha de dejar de existir la luna y se ha de secar el mar?

¿Por qué existen los malos hábitos? ¿Por qué no puede existir la magia?

Recogió las rosas una a una mientras los pétalos caían desconsolados. La esperanza era la única aurea de salvación…

El amor inundaba de nuevo el mar de vida, de translucidez y fe.

Nunca existe el fin en nada si de verdad se crea un infinito. Somos capaces de crear millones de ellos aunque solo nos haga falta uno… Uno que realmente nos llene de lo mismo.

Es aquí cuando encuentras tu infinito y deseas que las rosas vivan para siempre; que sus labios, su mirada y su tacto se sientan de la misma forma que el primer día, pero… Es tan difícil hacer esto real que a veces la frustración invade los pensamientos, los bloquea, los ahoga en desilusión y tristeza.

Ella sabe lo que quiere y luchará por ello hasta que las rosas marchiten. Porque si marchitan no será porque les falte agua, si no porque se acabe la vida.

Caminará descalza como de costumbre, dejará huellas de piel a través el camino por largo que sea.

Buscará de nuevo lo que se fue dejando atrás.

Recogerá la pasión, el compromiso, el deseo, la impaciencia… Los sentimientos que en un primer día surgieron y ella se propuso que serían para siempre.

Aullará en silencio entre cada hora que resulte en vano, donde la senda se borre y sea difícil llegar hasta el final.

Allí quedará, ululando por ella, hasta el resto de sus días…


Góndola.