miércoles, 7 de marzo de 2012

Siempre supo que ella sería la única persona que le ofrecería tanto amor. Con la que más habría sentido. Sensaciones de las que nunca hubiese sabido su existencia. Ahora las sensaciones y escalofríos se evaporan en humo de liar, se esconden, pierden la vida… ¿Por qué ella?

Las olas de lágrimas y lágrimas pararon el tiempo… El caos se invirtió y todo empezó a desvanecerse. Gritaba el por qué y por qué una y otra vez. No quería verla de este modo, no quería odiarla, no quería romper su vida porque la amaba incondicionalmente.

Aquella tarde el lobo le dijo que todos los deseos son imposibles de alcanzar. Que inyectarlos con tinta en la piel no significa que se vayan a cumplir, que las esperanzas desaparecen igualmente, que las ilusiones se rompen y los porrazos van siempre a parar al mismo lugar, a la misma piedra…

¿Por qué de la misma forma? ¿Dónde está mi amor? Decía ella…

Los pulmones se cerraban entre la asfixia y la opresión de la tristeza de todos los días. La rutina de la soledad, el no querer saber de ella y a la vez no poder evitarlo.

Para qué saber, para qué saber si, como decía aquél lobo, iban a ir decepción tras decepción.

Aún así añadió un último apoyo, la miró al precipicio de los ojos, al vacío de sus pupilas, a su incertidumbre… No sabía dónde había quedado aquella pequeña góndola…: “Nadie te sabe cumplir promesas, no cumplas tú las suyas... Ese infinito quedará en tu interior, te sentirás orgullosa de él y hablarás y te acordarás de ello como algo que necesitaste vivir para que no te hicieran sufrir más.

No dejes que te prometan ni te digan absolutamente nada. Solo… Espera.

No escuches, no creas, no actúes, no busques, no llores, no luches más.

Tienes los pies demasiado cansados, demasiadas grietas, demasiadas ramas secas… Ya no hay vida, ni en ti ni en nadie. Recupérala.”

Déjala, que te siga recordando de la misma forma. Odia tenerte en mente, tú también lo odias.


Góndola.